El cine forma parte importante de nuestra cultura como diseñadores, y una fuente inagotable de inspiración. Y además, viendo una película disfrutamos como nadie. Pero no todo son blockbusters superhéroes y efectos especiales, nos gusta especialmente el cine difícil, en ese género en el que prima el contenido y no el continente, y que apuesta por mostrar las cosas desde la emoción, y no desde el espectáculo.
Short Term 12, o Las vidas de Grace como se ha titulado en España, es una de esas películas que nos ofrece el sector independiente estadounidense, que se preocupa de mostrar la realidad social que los grandes presupuestos de Hollywood acostumbran a olvidar. En ella, el director Destin Daniel Cretton debuta contando algo que conoce muy bien: los centros de acogida para menores. Su experiencia trabajando en un centro durante dos años le sirve de inspiración para contar la vida de una monitora, excelentemente interpretada por Brie Larson, encargada de supervisar una de estas casas y del contexto que la rodea.
Huyendo de sentimentalismos, Cretton es capaz de escribir una historia creíble y empática, además de dibujar unos personajes problemáticos nada estereotipados, que luchan en grupo e individualmente por sobrevivir. Aquí el espectador no encontrará lacrimosos diálogos ni mensajes de autoayuda y superación, sino más bien la dura realidad, contada con un pulso narrativo firme y sobre todo, con humanidad.
Por suerte, el guión nos deja espacio para también para el humor, lo que suaviza la dureza y el drama que nos ofrece. Una buena historia, rodada con sencillez y sin adornos, y con un trabajado desenlace que cierra el círculo, y que forma una curiosa estructura simétrica.
Un film sincero que viene a demostrar lo que se puede hacer con un puñado de actores desconocidos y una buena historia, y que, por si fuera poco, logra que veamos los créditos finales con una curiosa mezcla de satisfacción y emoción, pero también, con algo sobre lo que reflexionar.