En Al final de la escapada, el personaje de Jean Seberg afirmaba que nadie podía soñar con otra persona; que era imposible que dos entes compartieran una misma ensoñación o fantasía de la misma manera, y que lo más cerca que podían estar estas dos personas de soñar juntas, era compartiendo cama. Esta paradoja explica muy bien porqué no creemos en el popular brainstorming o tormenta de ideas. Para compartir ideas, creemos en la individualidad y en la inventiva personal; en la sinceridad y en la confianza para que, con sentido del humor, podamos compartir lo que creemos pueda ser una buena idea y los absurdos que pueden ser un buen punto de partida para una idea mejor.
Si trabajamos con un equipo nuevo o con el que no hay demasiada confianza, lo mejor es salir del estudio con papel, boli y la cartera llena; entrar a un bar, y esperar a que la lengua se suelte a cada trago de vino o cerveza. ¿Inmaduro? Puede; pero no falla. Asimov lo sabía bien.